lunes, 14 de octubre de 2013

Diario de Vicuñas - Parte II: "Chaku en la Puna"


Noviembre 2012
Lunes 19


Languideciente escribo estas líneas, casi no puedo caminar pero cumplo con mi deber con el diario. Pero veamos que pasó desde el principio...

Anoche cuando llegué a La Quiaca llovía a cántaros, sólo con bajar del cole al andén ya quedabas irremediablemente empapado. La terminal de La Quiaca es un mini laberinto, de pequeño tamaño pero con varios pasadizos y escaleras. El ajetreo es impresionante. En un espacio reducido y siendo las 12 de la noche, la gente iba y venía cargada con muchas cosas que no sé porque llevan tanto, pero hay una actividad incesante, incluso de madrugada. Múltiples bolsones, atados de ropa, changuitos de bebé, mantas. Noté que son en general las mujeres las que andan así cargadas, los hombres caminan más livianos.
Pregunté como hacer para llegar a Santa Catalina y me dijeron que ninguna empresa iba, pero que les parecía que como a las 4 o 5 de la mañana paraba un cole en la calle de enfrente y que iba para esos lados. Como había mucha incertidumbre decidí pasar la noche en la terminal para hacer guardia por si aparecía ese cole sin horario fijo. Era un poco incómodo porque el lugar estaba algo sucio, entraba frío por el hueco de la puerta y había un borracho que molestaba cada tanto, pero por suerte conocí un señor que iba a esperar ese cole también así que me quedé más tranquilo porque ya había más evidencia de la existencia de dicho medio de transporte. Ese señor iba hasta "El Angosto", una localidad ubicada todavía más lejos que Santa Catalina, más al oeste y más al norte según lo que entendí. Tenía que bajarse en Santa Catalina y caminar 4 horas más! Durísimo el viaje que tenía que hacer. La cosa es que él me avisó para que salgamos a esperar el cole en un momento en el que ya había comenzado a cabecear, así que salimos y aunque aún estaba fresco, al menos había parado de llover. Esperamos un buen rato junto a unas señoras que eran maestras y que iban para allá a quedarse durante la semana.

Cuando llegó el cole y puse un pie en la escalera del mismo, fue que sentí ese zumbido premonitorio del mal de altura. Igual que cuando fui a La Paz, no me dió tiempo de nada. Un repentino malestar en el estómago y la cabeza que parece vaciarse de golpe. No alcancé a llegar al primer asiento y me desplomé. Lo único que intentaba era tranquilizarme para no perder el control del estómago porque en La Paz estuve todo un día sin parar de vomitar e ir de vientre y si me pasaba eso ahora que estaba sólo, se me iba a complicar muchísimo. La cuestión es que me desmayé ahí mismo y cuando empecé a escuchar que me querían dejar en el hospital de La Quiaca usé todas mis fuerzas para hacer que no con la mano y alcancé a murmurarle a una de las maestras que no me vayan a dejar ahí y que me lleven por favor hasta Santa Catalina, que me dejen con la gente de las vicuñas que estaban allí para hacer un arreo. Por suerte la señora los conocía y empezó a gritarle al chofer que no quería ir al hospital y que me lleven con la gente de VICAM. Afortunadamente lo logró y emprendimos viaje. Del camino no puedo decir nada porque así como quedé tirado hice todo el viaje en el piso hasta llegar al pueblo. Lo único que me acuerdo es que me decían que me abrigue y alguien me dió unas hojas de coca.


Cuando llegamos ya estaba clareando y me sentí mejor como para pararme, además me tenía que bajar porque el cole se volvía así que no quedaba otra. Pregunté donde quedaba la hostería municipal y me dijeron que pregunte en la policía que estaba ahí mismo en la parada. Pero igual no fui porque escuché alguien al pasar que dijo haber visto las camionetas de VICAM frente al hostal "don Clemente", que quedaba a la vuelta. Así que aunque los choferes me decían (con acento jujeño) "¡entre! vai para´llí, pregunte en la policía!", hice como que iba pero dí una vueltita y me metí en la otra cuadra enfilando para el hostal. Caminaba despacito pero caminaba, trataba de respirar lo más posible y estar tranquilo. La gente que había bajado ya no estaba y las calles estaban desiertas. Ese momento fue lindo, porque me estaba sintiendo un poquito mejor y por lo hermoso del pueblo de Santa Catalina. 
Tendrá unas cuatro o cinco cuadras de ancho por unas 8-10 de largo más o menos, todas callecitas que van subiendo o bajando con pendiente suave y rodeadas por casitas de adobe sin vereda o con una vereda pequeñísima. Al costado del pueblo hay un barranco no muy alto por donde bordea un río. En uno de los extremos (creo que en el sur, aún no me ubico bien) está la policía, una plaza pequeña con cactus gordos, la iglesia y el albergue municipal. Caminando por una de esas callecitas fue que ví las camionetas señalando el hostal y ahí mismo me encontré a la primer vicuña mirandome fijo...

Era muy temprano, las seis y poco, pero aunque todo el mundo dormía la puerta del hostal estaba abierta, así que me mandé y me senté en el sillón de la entrada a descansar hasta que apareciera alguien. La primer persona que asomó fue la mismísima Bibiana Vilá, responsable de VICAM y la primer persona que conocí de todo el grupo, allá por el 2010 en la juntada etnobiológica de Recife (veasé "Diario do Recife" en este mismo canal...je). Ella me recibió muy bien y encargó un té de coca para darme a una señorita del hostal que justo recién aparecía también. Me tomé ese té restaurador y después ya empezamos a desayunar con los que se iban levantando, Gisela la veterinaria, Yanina que estudia comportamiento, Hugo que es arqueólogo y después Vero Rojo que fue la que me invitó. Ese día fue de una actividad incesante, no paramos nunca hasta la noche. Primero salía un grupo para el campo a armar el corral que aún no estaba terminado así que apenas terminé de desayunar me fui para allá. Viajé colado en la camioneta de la gente de CONICET Documental, que estaban allí para registrar toda la actividad. Iba sentado con Cecilia, que es oriunda de Bariloche y hacía la parte de fotografía. También venían Gisela y Celeste que es una arqueóloga que trabaja en la UBA con dieta de camélidos sobre muestras de huesos que junta en sitios arqueológicos. Manejando y detrás mío venían dos muchachos tucumanos que completaban el equipo cinematográfico. Detrás mío  venía Pablo, que es el responsable de las producciones, y contaba como deciden que documentales hacer y como trabajan para realizarlos. Está muy bueno el laburo que hacen y es un espectáculo verlos. Ya antes de llegar venían preparando todas las cosas, limpiando lentes, poniendo y sacando filtros y teleobjetivos, y después se la pasan tomando imágenes, capturan una cantidad de material impresionante, no sé como harán para verlo después. Cuando llegamos nos pusimos a trabajar en el corral y manga de captura. Estaban construidos con una red dispuesta en forma poligonal y a cada lado unas lonas que se levantan una vez que los bichos entran, para que no miren hacia afuera y no se asusten. También tiene una media sombra que cubre todo el techo para que las bichas no miren el cielo y quieran saltar. Después el corral está dividido internamente en dos para separar adultos y crías y luego del corral sale el embudo que medirá unos 500-700 metros de largo con una boca de unos 500 metros. Todo esto muy así a ojímetro, ni idea cuales son bien las medidas...ja. La verdad es que se nota mucho trabajo previo en toda la movida, tanto de los de VICAM como de toda la gente del pueblo y del campo, que han armado toda esta estructura posteando a lo bestia en medio de la puna y tejiendo todas estas redes y lonas que forman el corral.

El paisaje de la puna es una maravilla que no se puede creer. Una extensión que se pierde en la lejanía, toda de coirones y vicuñas pastoreando (sí, ya las conocí!! estoy contentísimo, hay un montón al costado del camino mismo!). También hay algunas llamas y ovejas, pero a esas me dijeron que las sacan y las entran de los corrales cada día. Todo alrededor de esta gran llanura se ven montañas y detrás de la más cercana, que estará a unos 10 kilómetros, ya se encuentra la frontera con Bolivia.
Cuando terminamos de comer volvimos al campo para seguir con el trabajo en el corral. En el pueblo se estaban preparando para hacer una gran reunión y taller con toda la gente que iba a participar. Supuestamente nos lo íbamos a perder, pero mientras trabajábamos en el corral comenzaron a caer rayos en seco! Terrible! Uno le cayó a Juan de Luján a sólo 30 metros de distancia y hasta salió humo de la tierra. Así que dado lo complicado de la situación nos metimos todos en la camioneta a esperar porque según decían, ahí estabamos protegidos por los neumáticos y queseyó... para mí que si nos caía un rayo nos partía al diome igual, pero bueno, igual preferí estar ahí apretado con los otros en la camioneta y quedar como un cardumen rostizado (y enlatado) antes que ser partido en solitario por un rayo puneño. Finalmente alcanzamos entonces a estar en la reunión porque como la situación no mejoraba con la atípica tormenta de rayos (no había prácticamente nubes y ni rastro de lluvia tampoco, muy extraño...), nos volvimos al pueblo al rato nomás. En el taller estaba todo el pueblo, gente de los alrededores, chicos de la escuela albergue, gendarmes y universitarios. Habían venido estudiantes de Luján y Jujuy. Allí mostraron videos, trazaron un mapa en el pizarrón y charlamos de como nos íbamos a organizar para el otro día. Quedamos en encontrarnos todos ahí mismo en la escuela a las seis de la mañana. Justo después de eso volvimos al corral por tercera vez en el día, camuflamos las lonas con pastos (porque eran azules y capaz las bichitas se iban a asustar con el color) y ya quedó todo listo para la captura.

 Cuando volvimos al pueblo ya estaba lista la comida, así que de lujo! Tomamos una exquisita sopa y después el "segundo", que es el plato principal, era un guisito de arroz espectacular. A mí me asignaron para dormir ahí mismo en la escuela-hogar de Santa Catalina, que era también el lugar donde comíamos y centro de reuniones. Me quedé junto con los estudiantes de la UNLu y en otra aula más lejos estaban los alumnos de la escuela. El resto de la gente estaba entre el hostal y el albergue municipal. La escuela-hogar es muy linda y encima no se puede creer... ligué un colchón de dos plazas con sábanas, mantas y hasta acolchado!. Cinco estrellas.


Lunes 19

Anoche cayó una tormenta de la hostia. Se formaron montañas de granizo en todo el borde de los techos y entraron ríos de agua por varios lados. Una hora antes de levantarnos ya empezaron a sonar los celulares de los chicos de Luján que habían puesto una alarma cada uno. Encima una de las que se activaba a cada rato era con la música del videíto ese de youtube que baila un hipopótamo con un perro que dicen "Aiímma wok...Aiímma wok...Aiímma wok...Aiímma wok..." Así que sin palabras, era una situación entre la risa y la tragedia lisa y llana. La cosa es que hubo que levantarse y para empezar el día con todo la maestra-directora de la escuela nos esperaba con un té con canela de-li-cio-so. Los chicos de Luján son Loch, Martín y Rubén, y las chicas Noe, Jenni y Anita. Los que están medio fisura a causa de la altura son Noe y Loch y uno más, Leo, que está para atrás parece, porque a cada rato va a tomar oxígeno a la enfermería.

Se largó el Chaku nomás.
Muchas camionetas, gente que se va acomodando, tres líneas de personas equipadas con sogas con tiras de colores y una línea de contención, sin soga y con menos gente, que es en la que estaba yo. No nos habían asignado jefe de línea, pero por suerte pudimos organizarnos bastante bien, no se nos escapó ninguna bicha y cerramos un área grande para que las líneas con sogas pudieran trabajar. El arreo se desarrolló con éxito total y fue muy divertido. Se encerraron unas 80 vicuñas entre machos, hembras y chiquititas, así que las esquiladores pudieron trabajar muy bien también. Previo a la esquila y luego del encierro se realizó una ceremonia a la Pacha en la que los participantes realizaron ofrendas de vino, coca, cerveza, ginebra, cigarrillos y papel picado, para agradecer por todo y para augurar una buena actividad.
Mirando todo aquello y la inmensa extensión de la puna, llena de ruinas desperdigadas por doquier, uno no puede más que remontarse hacia atrás en el tiempo. Al menos a mí me pasa eso, siento que este lugar emana historia. Y mientras tomaba mate y coqueaba un poco al lado del corral, recordé algo que contó Hugo el día anterior mientras construíamos la estructura. Relataba que todas estas tierras hasta el siglo XIX formaban parte de un marquesado, así que dependía de un noble cuyo título nobiliario era otorgado directamente por el rey de España. Este territorio, el Marquesado de Tojo, ocupaba gran parte de Jujuy y zona sur de Bolivia, y además de construir iglesias para evangelizar, también administraba los territorios, principalmente de Potosí y alrededores. El marqués de Tojo tenía su residencia en Yavi y esa es otra de las cosas que tiene de atractivo este lugar. Todo esto explica también el nombre del paraje en el que paró el colectivo cuando aquella fuerte tormenta mientras viajábamos a La Quiaca (ver Domingo 18). Es extraño a veces como se conectan las cosas, porque justo estoy leyendo un libro sobre la edad media (hace como 8 meses que lo estoy leyendo porque soy muy lerdo!) y cuando escuchaba todo esto sentía una sensación rara... como si lo que leía estuviera aquí también de algún modo... un marqués caballero... un feudo en Jujuy...
Después del medio día, tirando a la tardecita porque todo se atrasó un poco con tanto trabajo, llegaron las señoras de la cocina con las ollas al medio del campo. El segundito del día después de la sopa era "salpicón de pollo". Riquísimo. A mí entre la altura y el sol ya me había empezado a doler un poco la cabeza, pero con unos cuatro platos de salpicón se me pasó. Mientras comía hablé un poco con las señoras y todas señalaban a una, "...que porque no la mandaban a esquilar..., que sino no iban a terminar más..., que por lo menos con las llamas era la más rápida del lugar... que ya había terminado de cocinar ahora bien se podía poner a esquilar...". La señalada era una señora morena, de mirada chispeante, sonrisa despierta y semblante adusto. Cuando la miré bien me dí cuenta que era la misma que estaba en la escuela de delantal y un pañuelo en la cabeza, cocinando y haciendo el desayuno desde las 7 de la mañana. Pero aquí, en el medio del campo y con su sombrero casi quáquero que le daba un leve aire de bravura, ya no era sólo la cocinera de la escuela, ahora era "Lucía, campeona en todo". Así le decían sus compañeras de labor. "A ella no le gana nadie en nada", "es la mejor cocinando, esquilando, hilando, carneando", "es campeona en todo, no hay con que darle". Ella me miraba fijo y sonreía con seguridad, dando crédito a las versiones. Más tarde terminó esquilando también, junto a dos hermanas y un muchacho que la tenían todos bastante clara con las de chuzar.
Listo, no escribo más. Disculpen pero fue mucha la actividad hoy y estoy exhausto. Lo último que voy a decir es un detalle. Todavía ni sabemos si puede llegar a ser relevante siquiera, pero lo cierto es que después de un baño reparador y de la cena, habían unos pibes ahí en el salón de la escuela con una pelotita de bolsa de nylon y así como al pasar me pareció escuchar un "che, hay equipo ahí?", "sale un picadito mañana?", "¿quien tiene pelota?", "Dale, dale! cuando volvamo del campo lo hacemo!". Mmmmhh.... me parece que va a pintar fulbacho en la altura mañana. El Hernando Siles un poroto va a ser...