jueves, 19 de abril de 2012

Almita...

Inesperadamente,
quedé en un lugar sólo con la estructura, sin un sentido.
Un armazón de grandes hierros oxidados, vigas mudas de un edificio
gigante y alto, en un lugar desconocido. Todo se ha vuelto extraño y no hay indicios de vida. No hay nada más allí, ni abajo, ni en el horizonte.
El panorama es desolador.

Hoy mi almita compañera me ha dejado por un momento, pero estará presente siempre en su recuerdo divino. Mi almita que es la argamasa que forma y da color a las paredes, que invita a habitar el edificio de la vida. Mi almita compañera, con su raíz de luz enorme plantada en mi pecho, en mi cuerpo y en mi corazón.
Una raíz de esperanza.

No me la saquen que el hueco sería muy grande, por el amor de Dios.