martes, 7 de junio de 2011

Pequeña disgresión sobre la dificultad

Casita linda...
(mañanita de) Buenos Aires, sábado 21 de Mayo de 2011

Con lo complicado que ya es existir, acostumbrarse a las deformaciones del espacio, respirar a veces, asombrándonos también de ese hálito de aire, pedacito de mundo (de esa ubre invisible que nos alimenta). Que entra. Aprender jugando con rinconcitos de energía...subir y bajar cosas, abrir la ducha y que caiga agua calentita, prender fueguitos, emitir pulsos.
Todo eso y encima aparecen otros humanos, con los que cada tanto hay que comunicarse, para que no te encierren en una jaula. pero no basta con la comunicación que uno pudiera llegar a ofrecer, de hecho algunos se enojan al ser olfateados. No basta con ese silencio incómodo, preámbulo de una interpelación que nunca se llega a dar, o pocas veces (sino no existirían los amantes). Sino que hay que hablar. Articular palabras sopesando su significado, considerando el entorno, decidiendo cada día que forma parte de un sueño y que no, acordándose de todas las mentiras de uno y de lo que uno sabe sobre la vida del otro.

Con lo complicado que resulta todo eso... ¿Cómo hace uno para sintonizar la vida con otro? uno que viva en la misma casa, por ejemplo, o que pretenda ser co-propietario de nuestra vida de la misma forma que uno lo puede llegar a pretender. Sería como acoplar todos los osciladores que a distintos niveles nos mantienen vivos, siendo que a conciencia vemos sólo por un agujerito pequeño lo que nos pasa. Acoplar todo eso de una vez. Cómo cuando se ve esa luz al final de algunas de las veces que nos entregamos a la vida (¿de la muerte?) del amor. Acoplar todo y al mismo tiempo lidiar con el mundo de los humanos. ¿Cómo saber si es momento de ir a buscar comida, limpiar el baño o decidir que vamos a hacer de nuestro trabajo en el largo plazo hasta el fin de los días? Porque no es cuestión de saberlo uno nomás, sino de no interrumpir ninguna ceremonia del otro. Porque es así, las personas tienen ceremonias que vienen de linajes ancestrales, ritos. Costumbres que ni ellos saben de donde vienen. Comportamientos que fueron creciendo despacito desde que eran bebés, desde que el Universo le depositó conocimiento propio y también de sus antepasados, ¿o vos te pensás que el tomar mate,sólo por dar un ejemplo, es una cosa que te gusta a vos sólo porque le gustaba a alguien en tu familia, o porque naciste en Argentina o que? Nada de eso... este es uno de los ritos esos que te decía, una ceremonia de comportamiento que fue evolucionando y tomando distintas formas a lo largo de la historia, pero que viene desde el origen y ya está impresa en los genes de la conducta humana. El descubrimiento del fuego, aprender a controlarlo llevando las brasas de un lado para otro, parar luego de una jornada de cacería para sentarse alrededor de él, para tomar calor y mirarse a los ojos por primera vez, para tironearse los cachos de carne y pegarse con un palo para que después un pedazo caiga al fuego y se cocine por primera vez, para volver a hacer silencio y saborear. Para que así el fuego nos vaya enseñando a ser humanos. Y otra vez a mirarse a los ojos, o al horizonte del infinito a los que están sólos. Porque es así, los que están con otros miran a los ojos del otro, que también se puede mirar al horizonte desde ahí. Pero los que están sólo miran el otro infinito, el que no tiene humanos y termina ahí, al borde del abismo verdadero, primordial... Volviendo al tema del fuego, enseñó a hacer silencio en grupo decíamos, para que nazca la primera voz y nos comprometa el lenguaje. Todo eso está adentro de nosotros y esa brasa que después fue creando culturas y pasando de una a otra, transformándose. Porque todo esto junto es el mate, por tomar sólo un ejemplo...¿imaginate si uno puede correrse o tirar por la borda millones de años de evolución?¿si uno puede interrumpir una ceremonia que cree voluntaria, pero que de alguna forma recrea todo eso de encender el fuego, mirarlo y esperar, preparar la yerba, probarlo y pasarlo, preguntar como está y todo eso? Romper una ceremonia como esta parte una persona al medio, la descoloca ante el mundo por lo menos durante ese día. Y esto el mate es sólo un ejemplo entre todas las cosas que uno hace. Pensá entonces en todo lo que puede llegar a necesitar el otro, si ni él lo sabe! Imaginate si a todo ese desconocimiento cotidiano hay que sumarle proyectar algo juntos, elaborar una acción compartida demenuzando ese futuro al que no tenemos acceso más que por chispazos oníricos de lo que todavía no pasó, de lo que no existe y que encima cualquier cosa puede afectar, o que existe pero todavía no llegamos, que vendría a ser lo mismo, a no ser que soñemos más y tengamos la suerte de esos chispazos que decíamos antes, que el otro los crea y que sean verdad además, y no meras picardías del sueño o elucubraciones de una mente cansada que nos juegue después una mala pasada. Muy difícil...

Con lo complicado de toda esta telaraña cúbica, con lo complicado y hermoso, después nos quedamos sólos otra vez, acostumbrándonos a 'otras' deformaciones del espacio. A un espacio que más que deformarse se esfuma y va desapareciendo. Y nosotros nos quedamos ahí, preguntándonos como termina, si es que va a desaparecer todo de una maldita vez o cuanto más nos va a tener sufriendo, si es que de repente nos vamos a despertar y ya no va a haber más nada, o al final era también otro sueño, tanto que nos habíamos gastado en decidir si esto o lo otro era realidad o no, y todo eso que a esta altura más que poético (si es que tenía algo) nos parece de mal gusto, con todo lo que me duele la espalda, los huesos, que ya no me dejan comer nada y no escucho bien. Y de repente no... Nos despertamos de una siesta cualquiera y ya no estamos enojados, se ve que descansamos bien y _de milagro_ todos los osciladores esos que mencionamos se acomodaron de tal forma que casi no nos duele nada. Un día de esos que sos chico otra vez.

En una de esas un día como ese, con lo complicado que resulta todo y aunque estés sólo, prendés el fuego y preparás la yerba. Mirás por la ventana y aunque está un poco fresco hay plantas y hay Sol. Te tomás un mate y pispeás el infinito. Respirás a veces, asombrándote otra vez de ese hálito de aire, de ese pedacito de mundo que etra y que sale, que entra y sale... que entra. Y sale. Hasta que ya no.
Ojalá.