martes, 22 de agosto de 2023

pensamientos de nieve

El invierno, cuando entra, es como un cuchillo. Uno que corta hacia afuera y tiene un filo de silencio. Cae desde el cielo pero surge también desde la Tierra.
¿De donde viene ese frío gélido?
¿Qué parajes asoló antes de azotar a nuestros árboles?

Algunos animales persisten en el poder de su sangre caliente. Confían en sus cuerpos. Después de todo, es lo único que tienen. Otros prefieren huir del país, aferrarse a nada, como si esa ilusión momentánea los desatara de los ciclos que irremediablemente van entretejiendose en sus células y destinos. Confían en sus decisiones. Como si tal cosa realmente existiera.

A mí me gustaría en cambio transformarme súbitamente en un sonido.

Emitido por el graznido de un ave pero luego adherido a un copo de nieve. Caer, pero no tanto. Hasta las ramas de un árbol tal vez, para unirme con otros copos (que tal vez también fueron sonidos)

                            Pero ahora son silencio.

y terminaremos bajo la tierra, lo sé.

Pero qué más da si podemos colarnos por el agua, por los infinitos recovecos subterráneos por donde ésta se mueve dando vida a todo, cortando de adentro hacia afuera pero ahora sin dolor, acumulando mineral cósmico que luego brotará en una exuberante hoja. Una bruta hoja que sale pese a todo, carnosa, potente, dispuesta a crecer en contra de todo pronóstico, es decir, a enamorar.





Perdón si soy apático a veces.
Es que me pega fuerte la estación y me convierto en un animal ceñudo.


                                                                                                            n-

                                                                                                            12/07/23










jueves, 27 de abril de 2023

domingo, 2 de abril de 2023

Qué solos estamos

Qué sólo estoy.

El tiempo pasa y todo se va acabando.

La memoria en cambio, sigue vigente.

Mientras el cuerpo respire.

Y tal vez un poco más.

sábado, 3 de septiembre de 2022

Ayer lloré

No en el momento en que intentaron matar a Cristina. 

Tampoco al dormir, ni en la mañana siguiente. tampoco en la marcha. Fue en un momento cualquiera inesperado, mientras volvía a casa por la tarde. Comencé a llorar y pronto estallé en un llanto desconsolado. Manejé todo el camino así. Creo que no fue algo, sino una suma de cosas. Sentir que me voy y el mundo queda así, con ese odio.

Lloré por Cristina. 

Lloré por Cristina y por el amor que la rodea, al que intentaron matar gatillando. También por mis padres y hermanos y abuelos. Lloré por todos los compañeros que no están, a quienes las balas sí alcanzaron, por todos quienes pusieron el cuerpo. Como hoy es el cuerpo de Cristina. Y ayer fue el cuerpo de Eva. Los cuerpos que odian. 

Al llegar a casa estaba desolado y mi vecino me invitó a tomar unos mates. Así de la nada. Salió justo afuera y me invitó. Mi vecino antiperonista. Hablamos de eso y de todo e intentó consolarme. Hablamos de nuestros padres, nuestras vidas y frustraciones, de nuestras dolencias. Un poco de historia y política, todo en un tono muy cordial. También del hermoso día que hacía. Salimos afuera y el Sol inundaba la otrora gélida Bariloche. Nos une un gran afecto con mi vecino. Nos dimos un apretón de manos y por dentro pensé "es un día peronista, de los duros, pero peronista al fin". No le dije eso, obvio. Le dije gracias porque realmente me había ayudado mucho. Tal vez no sea todo tan gris. 

Tal vez quede aún más amor. Más amor que odio.


n-

03/09/22


 

lunes, 15 de agosto de 2022

Invierno pospandemia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El chillido de la multitud.

El viento helado como un cuchillo.

Los pies entumecidos la mayor parte del día.

La soledad omnipresente

La vidriera ilusoria.

El amor negado. 

 

 (la asquerosidad humana) 


 n-

18/07/22

 

 

 

#Bariloche

#NahuelHue 

#Invierno #Winter

domingo, 24 de julio de 2022

Cumpleaños gris

 


A veces siento curiosidad de cómo se sentirá reír otra vez con los amigos. 

O tener un amor.

 

Somos tan pequeños... 

tan absurdamente absortos en días sin sentido.

Todos los días son formas de morir, 

puestas en escena inconscientes

O simplemente burlas

que serán pagadas.


n-

 

 

27/06/22



Art: Edmund Lacoste


 

 

domingo, 26 de septiembre de 2021

Río arriba

No era la primera vez que sucedía, pero los últimos dos cuerpos habían llegado por el río completamente desfigurados y a los habitantes del poblado les ganaba el pánico y la desesperación.

El caso llamó la atención de las autoridades del país, quienes enviaron a dos agentes especiales a liderar las pesquisas. Mate Zec y Magra Viluta arribaron al pueblo y comenzaron de inmediato a realizar entrevistas a los habitantes de la villa.

El principal sospechoso era K. Wahol, un poblador que había sido expulsado de la región hacía más de una década por sus hábitos infames. K. se fue jurando venganza al pueblo y durante años escribió cartas aterrando a distintos habitantes describiendo cómo les mataría. K. también tenía antecedentes menores en otras provincias y era conocido por su habilidad para escabullirse y desaparecer.

Zec y Viluta eran dinámicos y expeditivos. La hipótesis principal era que el asesino, sea quien fuera, se refugiaba en las nacientes del río y en consecuencia, comenzaron de inmediato a organizar una expedición. No obstante, rápidamente advirtieron que esta era una tarea para nada fácil.

El río corría apaciblemente por el pueblo, pero hacia arriba de su curso se encajonaba en paredes de roca escalofriantemente altas, imposible de remontar por la orilla.

« ¿Que tal si fueron arrojados desde allá arriba? » La idea de Zec no parecía del todo descabellada, pero perdió terreno al entrevistarse con el bombero, quien aseguró que era muy difícil llegar a ese risco, por la irregularidad y tamaño de las rocas que lo conformaban. Sería prácticamente imposible transportar un cuerpo hacia allí.

« ¿Y si los transportaron vivos? » La pregunta de Magra era al menos inquietante.

Al fin llegaron a la conclusión de que había dos maneras de remontar el río: navegando con el bote de Ciro el pescador o por el camino viejo a la abadía abandonada, que bordeaba los altos riscos y llegaba casi a las nacientes del río.

El primero era un viaje de un par de horas, mientras que el segundo les tomaría el día completo. No obstante, ninguno estaba exento de dificultades. Ciro pescaba río abajo, aseguraba haber remontado el río sólo una vez y que no era para nada fácil, motivo por el cual cobraba un precio exorbitante.

El camino a la abadía abandonada era sumamente largo y además, no quedaba casi nadie que lo conociera, muchos aseguraban incluso que el sendero debía de estar tapado por la vegetación desde hace años y sería imposible encontrarlo. Los únicos que solían recorrer antiguamente ese camino eran el párroco y su monaguillo. Pero el padre Kurtov era muy viejo ahora como para caminar tanto, y su monaguillo, un muchacho abandonado en el pueblo cuando pequeño y criado por Kurtov, sufría de un retraso mental considerable.

« El hecho de que nos enterásemos de la existencia de esa abadía a último momento es llamativo. Si Wahol está escondido en algún lado con seguridad es allí » El razonamiento de Zec era comprensible « Por otro lado, los obstáculos del pescador para ir también me parecen sospechosos... ¿qué tal si ha mentido y sí ha remontado con frecuencia el río? por ejemplo... para tirar los cadáveres ».

« No veo tan mal llevar como guía al monaguillo, el precio del bote está totalmente fuera de nuestro presupuesto y el pescador es demasiado codicioso y testarudo como para cambiar su postura »

« ¿Sugieres ir con un retrasado? Ya sabes que en estas cosas no me interesa mucho la moral y prefiero ser sincero, me caen mal los retrasados Magra y lo sabes »

La discusión no tenía caso porque la verdad que planteaba Magra era inobjetable: simplemente no podían pagar el bote, si querían llegar a la naciente del río sólo había una opción por intentar.

Por la tarde le explicaron todo al padre Kurtov, quien se encargaría de hacérselo entender a su monaguillo.

« No van a tener ningún tipo de problemas, más allá de su condición, es un chico muy responsable y entiende las tareas, le he encomendado todo tipo de trabajos y los ha cumplido. Sólo les pido que lo cuiden, aunque por fuera es robusto y fuerte, no deja de ser un chico sensible »

Partieron los tres a primera hora de la mañana. El chico se veía notablemente preparado, botas y ropa de explorador, cantimplora y morral de cuero, machete, gorro montañés y mochila.

« Ya tiene aquí su vianda, buena suerte » dijo el viejo palmeando el cargamento de su acólito.

A ambos les sorprendió el tamaño del muchacho. Tendría entre veinte y treinta años y era simplemente enorme. No de una estatura fuera de lo normal digamos, pero bastante alto. Su espalda era muy amplia y sus miembros anchos como patas de elefante, parecía incluso como si todos sus huesos fueran toscos y excesivamente gruesos, al estilo de un Neanderthal. Caminaba encorvado y balbuceaba palabras inentendibles, aunque sus gestos eran claros. Saludaba, marcaba que lo sigan, indicaba sí y no con la cabeza de manera coherente y sabía señalar. Al parecer, entendía también todo lo que le decían. En ocasiones comenzaba a babear y permanecía sumido en esa actividad acompañada de un sonido rítmico un largo rato mientras caminaba.

« Es desagradable » murmuró Zec.


La entrada al camino ciertamente estaba tapada de vegetación, los agentes nunca la hubieran distinguido entre el matorral. Ellos iban detrás, mientras su guía abría camino a torpes machetazos. El sendero entraba luego a un bosque alto dentro del cual estaba claramente marcado. A Magra le pareció incluso distinguir huellas humanas relativamente frescas, lo cual hizo notar a su colega.

La fase siguiente rodeaba los riscos y era completamente rocosa. Ciertamente no había forma de reconocer un sendero como tal, pero el muchacho sin embargo, avanzaba confiado.

Cuando llegaron a un pastizal se sentaron a almorzar en un claro fuertemente apisonado, probablemente por vacas, planteó Zec, aunque no habían cruzado ninguna en todo el camino.

Lo que seguía era una subida con pendiente intensa y vegetación de pradera, por la cual caminaron durante un par de horas más.

Llevaban más de siete horas de caminata y el río no se veía por ningún lado desde temprano. Zec empezaba a inquietarse y a sentirse sumamente molesto.

« Escucha idiota ¿donde está el río? ¿sabes adonde vamos no? »

« No lo trates así » irrumpió Magra y se colocó entre los dos hombres.

Zec ya lo había increpado antes y a ella no le gustaba para nada esa actitud. El muchacho sólo agachaba la cabeza y se lamentaba para sí sin responder. Sin embargo, cuando ella le explicó amablemente que necesitaban llegar cuanto antes a la naciente del río y a la abadía abandonada, el retrasado indicó activamente una dirección. Hacía señales eufórico, lo que interpretaron como que faltaba poco para llegar. Retomaron la marcha.

« ¿Vienes a menudo? » El muchacho no contestó, sólo parecía feliz y babeaba. « ¿Alguna vez viste a alguien por aquí? » insistió ella. El monaguillo negó instantáneamente con la cabeza.


En efecto, en poco menos de una hora arribaron de pronto a un pequeño valle de altura, en donde el río se dividía en varios arroyos que se internaban en la montaña. Claramente estaban en las nacientes del cauce principal.

« ¡Mirá allí! » señaló Magra. Uno de los arroyos se internaba en un roquerío donde caía una cascada, y a su lado, una antigua construcción en ruinas de aspecto monacal.

« Vamos con cautela Magra, llegaremos en tan sólo unos minutos pero Wahol podría merodear por aquí »

Los agentes iban uno al lado del otro a paso raudo y el monaguillo varios pasos detrás. Lo habían ignorado bastante en esta última parte del camino, ansiosos como estaban de llegar a su destino que ahora visualizaban a apenas a unos cientos de metros. Finalmente le hicieron algunas indicaciones para caminar con sigilo, y comenzaron a bordear el valle, rumbo a la abadía. Iban justo en la línea entre el pastizal y los arbustos, realizando movimientos tácticos que denotaban la destreza y el buen entrenamiento de los agentes.

 

El primer golpe sonó como un leño seco que se quiebra a la mitad.

La cabeza de Magra se partió como un huevo y por la hendidura en su cráneo caía ahora una vertiente caudalosa de sangre y los sesos casi completos.

Zec contempló la escena estupefacto. Incluso alcanzó a ver la expresión de horror en la cara de Magra, mientras caía como un simple pellejo colgando a un lado del cuerpo, des-craneada.

La roca que sostenía el muchacho era enorme, casi tres veces la cabeza de la mujer.


Toda esta visión duró apenas un instante.

Cuando Zec reaccionó para buscar su arma, la roca ya venía lanzada hacia él.

Arrojar una roca de esas dimensiones era casi imposible para una persona normal, pero un leve desnivel a favor del atacante y su fuerza descomunal, lo beneficiaron, y si bien Zec pudo a último momento esquivarla, trastabilló y cayó hacia atrás en el suelo pedregoso.

El hombre quiso incorporarse rápidamente pero un empujón fuerte en el pecho lo volvió a tumbar. La baba caía copiosamente sobre su cara, y no había comenzado a maldecir al retardado cuando el machete se hundió profundo y limpio entre su hombro y el cuello clavándose secamente en la clavícula.

El grito del hombre surgió de sus entrañas, mientras observaba borrosa la figura enorme de su atacante sobre sí.

El segundo machetazo se hundió del otro lado y dio de lleno en la parte lateral del cuello.

Los golpes se sucedieron a un lado y otro del cogote y la sangre saltaba a borbotones de las heridas.


Eso fue lo último de lo cual Zec tuvo conciencia.

Después le pareció sentir que era arrastrado. Le pareció sentir agua.


Si alguien hubiera observado la escena, sin embargo, estaría de acuerdo en que ese hombre ya no podría sentir nada, teniendo como tenía, la cabeza completamente desprendendida de su cuerpo, colgando apenas de un manojo de tendones, mientras lo sumergían en el río.







n-


18-01-21




Ilustración: Cristian Valverde

@dibujosvalverde